Fecha: 13 de diciembre de 2014
Asistencia: 2/8.
Ruta: Ruta del Gasco
Distancia: 41,48 kms.
Meteorología: Frío, pero menos que el fin de semana anterior. Nublado pero sin una gota durante el recorrido.
Tras varias semanas sin contar batallitas, subo la crónica del pasado sábado.
Ya se notaba, a lo largo de toda la semana, que la cosa no iba a estar muy animada. El normalmente bullicioso foro del Whatsapp se había mantenido bastante silencioso, y sólo al final, pareció despertar aunque, por desgracia, para comunicar deserción tras deserción. Hubo momentos en los que llegué a plantearme salida en solitario. Menos mal que un sufrido Carlos se animó al final. Lo de sufrido lo digo por aquello del madrugón para llegar a Boadilla desde su casa en el otro extremo de la provincia.
La verdad es que, bien abrigados, nos hicimos uno de nuestros paseos habituales con salida en Boadilla y subida hasta la presa del Gasco. El terreno, salvo en los aledaños del Moscajilton, donde había unos charcos importantes, estaba bastante seco lo que no fue óbice para que primero Carlos y luego un servidor nos diéramos sendos tortazos en un par de repechos. La falta de destreza, que aún nos caracteriza, no nos permitió sacar los pies del pedal lo suficientemente rápido en ese dramático momento en el que la rueda decide no girar más y el pedal no moverse por más peso que se apoye en él. Afortunadamente los únicos daños sufridos afectaron más a nuestro orgullo ciclista que a nuestros respectivos físicos.
Para subir a la presa, el tramo más bonito y exigente de la ruta, optamos por el camino que, saliendo de la primera parada de autobús de la calle Camino Real en la urbanización Molino de la Hoz, va bordeando los chalets por su parte posterior y desemboca en un camino empedrado en cuesta que nos puso a prueba a Carlos y a mí, con dispar resultado. Él subió sin problemas y yo, a escasos 10 metros del final, me enganché en una piedra con el pedal y ya no hubo forma, con el desarrollo en molinillo, de subir pedaleando un trozo.
En la bajada de la presa improvisamos, lo que es un eufemismo para no reconocer que nos perdimos, y, sin saber cómo, acabamos apareciendo en la parada de autobús donde empezamos la ascensión a la presa. Bien está lo que bien acaba, pero hay que reconocer que, en algún momento, con arroyos embarrados a un lado y perros ladrándonos desde las verjas de los chalets, hubo momentos de flaqueza y tentación de volvernos sobre nuestros pasos.
La subida a Boadilla, por Romanillos, acabó culminando con un café en el centro comercial del Mirabal y vuelta temprana a casa, que tocaba salir con la familia a comprar adornos navideños.
La próxima semana más y, espero, con mayor asistencia.