Fecha: 24 de enero de 2015
Asistencia: 6
Meteorología: día frío, aunque no en exceso, y soleado.
Ruta: Pantano de Valmayor – Escorial
Distancia: 41,26 kms.
Esta vez a nuestro habitual salida de los sábados le sumamos unos kilómetros más en coche y nos fuimos al pantano de Valmayor para hacer una ruta que ya nos encantó allá por septiembre cuando la hicimos por primera vez. Se trata de la subida a la Silla de Felipe II. Las dos grandes diferencias con la primera vez fueron, por una parte, la temperatura, ahora, en pleno invierno, mucho más bajita y el hecho de que dos de los miembros del pelotón se vinieron acompañados de sendos gripazos. Amor al pedal, que si no, esto no hay quién lo entienda.
El paisaje, hay que reconocerlo, gana mucho esta vez permitiéndonos disfrutar de un hermoso bosque con muchos neveros y una vista espectacular de la sierra totalmente nevada. Una pena no habernos llevado más que las cámaras de los móviles.
Como anécdota, quizás resaltar la obsesión por contar puertas que nos dio un poco a todos. Intrigados por si realmente eran siete las que cruzamos en la ruta que dan nombre a la ruta, fuimos contándolas todas pero, la verdad, a nosotros tan sólo nos salieron seis. Probablemente no empezamos la ruta realmente desde su inicio y por ello nos perdimos la primera o, simplemente, alguien quitó alguna de las puertas de las fincas que atravesamos y nos estropeó el conteo.
En el aspecto puramente deportista, la subida al monasterio desde la carretera M-505 fue, si acaso, el tramo más duro con un Santonja con gripe sufriendo en cada pedalada. Mermado de fuerzas me hizo buena compañía en la ascensión ya que, como siempre, a mí no me hace falta gripe ninguna para sufrir en las cuestas arriba y ser el último del pelotón.
Desde el monasterio, al que llegué exhausto, nos fuimos a la Silla de Felipe II donde, de nuevo, me vuelvo a descolgar. No llego el último porque San Pío sufre un problema técnico con su cadena y, no por insolidario, sino por la seguridad de que si paro no soy capaz de volver a retomar la cuesta, sobrepaso a mitad de camino sin miramientos.
En la vuelta, dirección a Zarzalejo, nos lo pasamos en grande: cuestas descendentes a través de caminos llenos de piedras y charcos congelados. Todo un camino de los que hacen afición a esto del MTB.
Llegados al pantano, casi seco por la falta de lluvia, atravesamos al más puro estilo aventurero, como atestigua la foto de la crónica un arroyo en la cabecera del pantano y volvemos a los coches con un molesto viento que se levanta a última hora.
Sin lugar a dudas, una de las rutas más bonitas de las que hemos venido haciendo últimamente. A repetir siempre que no haya mucho barro o, como ya proponen alguno, usarla de excusa para subir, o bajar, el monte Abantos por las famosas «zetas». Ya veremos.