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Acerca de madbici

Con un sobrepeso que me hace bajar las orejas cada vez que me subo en la báscula, hace ya más unos años me animé, con el padre de una compañera de mi hija, a dar una vuelta por los alrededores de Boadilla en mi veterana BH que, hasta ese momento, había estado dormitando durante más de 8 años en el garaje. Desde entonces, y con disciplina germánica, haga frío o calor, todos los sábados por la mañana me embuto en las poco compasivas prendas de ciclista, que no favorecen en nada mi tipín, y tras el madrugón de rigor, me voy dejando el aliento subiendo cuestas arriba y desmelenándome en las cuestas abajo. Como el número de masoquistas es mayor de lo que sospechaba, el pelotón ha ido progresivamente creciendo hasta contar con los ocho locos que somos con alguna que otra estrella invitada que se nos apunta de vez en cuando. Este blog sólo quiere dejar constancia de nuestras salidas para el escarnio de aquél que, sin nada mejor que hacer, nos preste su tiempo y nos lea. Estas crónicas no tienen ninguna ambición y deben ser entendidas como lo que son: un recordatorio de pasadas hazañas para los miembros del pelotón donde queden reflejadas nuestras pobres mejoras con el paso del tiempo, siempre desde la humildad y sin el menor atisbo de alarde o pretensión.

Operación Mangarina

Salida a Levante con complemento gastronómico (la paella no era opcional)

  • Asistencia: Jolgito, Ramón y yo.
  • Fecha: 5 de marzo de 2022.
  • Distancia: Casi 100 kilómetros de naranjos, mandarinos, arrozales y paseos marítimos desiertos
  • Ruta: Gandía – Denia. Ida por el interior y vuelta por la playa.
  • Meteorología: Lluvia pero, ¿A quién le importa?
Los tres magníficos en Denia

Pues ya había ganas tanto de volver a escribir aventuras en el blog como de hacer algo diferente a nuestras rutas habituales, y que no se malinterprete, que seguimos disfrutando como niños de nuestra pasión por el pedal por el Guadarrama y alrededores. Pasándolo como monos con la mejor compañía y esas paradas técnicas, a base de jamón, queso, picos y algún buen vino de vez en cuando, con el que hacemos nuestros tan habituales como exóticos avituallamientos.

Este fin de semana, un pequeño grupo, nos hemos liado la manta a la cabeza y metido el chubasquero en la mochila (el parte daba lluvias) y el viernes por la tarde, cargadas nuestras bicis en los coches, pusimos proa a Valencia, o más exactamente, a Gandía. Allí, atrincherados en el apartamento de Ramón como base, hicimos noche y tras desayuno a base de magdalenas y café soluble, nos subimos a nuestras monturas sin tener muy claro el recorrido aunque, sinceramente, poco nos importaba. Día para disfrutar sin hora de vuelta.

Ruta tan bonita como llana. Casi 100 kilómetros para un desnivel acumulado de 140 metros escasos. Nada exigente, siempre que podamos olvidar el dolor de rabadilla que tanto tiempo de sillín de la bici nos dejó.

De Gandía fuimos a Oliva pasando por un auténtico mar de naranjos y mandarinos. Sí, sé que está mal, pero no pudimos resistir la tentación de tomarnos alguna mandarina recién cogida del árbol aunque casi nos cuesta uno de los miembros del pelotón. Lo que tiene la poca habilidad.

Saltando la valla

No llego la sangre al río aunque el salto pudo costarle la hombría a Jolgito .

Más naranjos, algo de arrozales y, por fin, llegamos a Font Salada. Una piscina natural de agua templada donde los lugareños estaban, a pesar de la lluvia, dándose un baño. Nosotros nos conformamos con la foto de rigor:

En Font Salada

Como aún quedaba tiempo y nadie nos esperaba, nos dedicamos a improvisar en la ruta. Llegamos al El Verger y, siguiendo las indicaciones que nos dan (sí, somos chicos y preguntamos) tomamos la vía verde a Denia. Siete kilómetros de más naranjos hasta llegar al pueblo donde buscamos la foto en la bocana del puerto.

Para que se sepa que estuvimos en Denia

A partir de aquí, búsqueda de restaurante, que ya iba apretando el hambre y, además, empezó una lluvia algo molesta. Kilómetros de carretera atravesando paseos marítimos vacíos, bloques de apartamentos deshabitados y la sensación de ciudades fantasmas durante varias horas. Como en Valencia es difícil que te hagan un arroz malo, paramos en el primer sitio que nos encontramos y nos dimos el homenaje paellero que, para qué engañarnos, era nuestra primera motivación. No estuvo mal.

Reponiendo fuerzas

Poco más que rodar y rodar, ya con la tripa llena después del homenaje pasando por Bellreguard, Oliva y vuelta a Gandía.

Lo único malo del viaje, por sacarle punta a algo, es que, el domingo, no pudimos salir o, mejor dicho, nuestro espíritu burgués se impuso al aventurero y, lloviendo como estaba, decidimos volvernos a Madrid un poco antes de lo esperado.

No puedo finalizar esta entrada sin agradecer a Ramón, nuestro anfitrión, todos sus esfuerzos logísticos de lo que, como no, no puedo dejar prueba:

Un crack a los mandos

Y ya estamos en mayo

Asistencia: Más o menos los de siempre. Algún espontáneo, de vez en cuando, y algún viejo rockero que retoma el pedal cuando lo creía olvidado.

Fechas: 1 y 3 de mayo. Aprovechando el fin de semana largo.

Distancias: Pues más de 100 kilómetros que llevamos ya, y todavía no ha pasado ni la primera semana del mes. La cosa promete

Rutas: Boadilla-Torrelodones y Boadilla-Monte de Sacedón. Dos clásicas del repertorio.

Meteorología: Fresquito para ser primeros de mayo, alguna nube amenazadora pero, afortunadamente, sin lluvia.

Pues eso, que sin comerlo ni beberlo, llevamos ya más de cien kilómetros en las piernas. Dos días de bici casi seguidos en los que, los habituales, con variaciones, nos hemos dado un homenaje, en toda regla, por los alrededores del Guadarrama en plena floración y verde como la campiña inglesa.

Tocó paseo hasta Torrelodones, que, parece mentira, pero ya nos parece una habitual cuando, no hace tanto, nos creíamos morir subiendo desde la urbanización del Molino de la Hoz y una vuelta por el Monte de Sacedón accediendo, en lugar de desde Brunete, atravesando el monte hasta llegar a la autovía de los pantanos, con acercamiento al Guadarrama y subida al monte.

Últimamente, como novedad, nos estamos acostumbrando a subir y a bajar al Guadarrama, desde Boadilla, por el cordel segoviano. Un caminejo lleno de recovecos que hace las delicias a las bajadas y acaba con las reservas a la vuelta. Todo un descubrimiento que merece la pena.

El mes de mayo promete… Iremos contando

Vuelta accidentada a Valmayor

Asistencia: Los cinco magníficos de la foto.

Fecha: 20 de marzo de 2021.

Distancia: 71,94 kilómetros.

Ruta: Vuelta a Valmayor con salida desde y vuelta a Boadilla.

Meteorología: Día soleado con algo de fresquito a primera hora, pero nada que impidiera calzarnos los culotes cortos.

Pues había ganas, sí, de hacer algo largo y echar una buena mañana de bicicleta. Aún sin tener claro cuál iba a ser el desafío del día, quedamos en nuestro punto de partida habitual y barajamos ir al Escorial o, lo que al final decidimos, darle la vuelta al pantano de Valmayor que, intuíamos, estaría rebosante de agua… y vaya que si lo estaba.

Salimos a las 9h de la mañana, ya con el sol en lo alto, desde Viñas Viejas y nos dirigimos hacia el cordel segoviano que, desde la urbanización Parque de Boadilla, es el único camino autorizado, tras el cierre de la finca de Romanillos, para bajar hasta el río Guadarrama. Bajada muy divertida con un campo precioso que empieza a florecer por todas partes.

Atravesamos Villafranca del Castillo y subimos nuestra ya bien trillada cuesta del aeródromo con destino a Colmenarejo. Atravesamos el pueblo y nos dirigimos a la fuente del Navazo para, desde la cuesta que sale del merendero que hay a su lado, bajar hasta las orillas del pantano que, lleno de agua como nunca lo habíamos visto, parece una ría o un brazo de mar. Ya ganada la orilla, nos dirigimos hacia la cabecera del pantano para bordearlo por su parte norte a la altura del pequeño embalse de los Arroyos sobre cuya presa solemos pasar al otro lado pero, primera sorpresa, el paso está cerrado por obras y tenemos que improvisar bordeando el pantano. Nada de lo que quejarse ya que el camino que encontramos, acorde con todo el entorno, es espectacular con bosques de pinos y encinas.

Una vez retomada nuestra ruta habitual y tras atravesar la carretera M-503 que lleva al Escorial, seguimos bordeando el pantano hasta llegar a la entrada de la finca «Las Ras» y torcemos a la derecha para volver al otro brazo del pantano. Aquí empieza la diversión. Con el agua bien crecida, los caminos habituales han desaparecido bajo las aguas y tenemos que hacer de exploradores atravesando arroyos, escalando rocas y pasando por la espesura sin caminos. Toda una aventura que, aunque divertida, nos deja molidos y llenos de pinchazos y moratones.

Afortunadamente, tras más de una hora de llevar la bici a la espalda más que bajo nuestras piernas, llegamos a la Ermita de Valdemorillo, donde nos damos nuestro homenaje habitual de queso, jamón y coca colas.

A partir de ahí, vuelta por la urbanización Pino Alto de Valdemorillo, bajada a la presa del Aulencia, a la que no llegamos ya que también está cerrada y vuelta por Villanueva del Pardillo con subida final por el cordel segoviano donde empezaba esta relato.

Un buen día de bici con compañías extraordinaria que nos sirve de entrenamiento para los días de Semana Santa que se acercan y que habrá que aprovechar, eso sí, sin salir de la Comunidad para respetar las restricciones de la pandemia.

Tras la tormenta

Asistencia: El pelotón habitual, algunos días más, otros menos.

Fechas: Salidas después del temporal Filomena que llenó de nieve media España.

Distancias: Pues parece que nos hemos estabilizando en torno a los 60-65 kms por salida.

Rutas: Algunas de las que hemos hecho han sido un intento fallido de anillo verde bordeando Madrid que, debido a los accidentes y al cierre de la Casa de Campo tuvimos que dejar en excursión hasta la Caja Mágica y una de nuestras tradicionales salidas por el Guadarrama que nos llevó de Boadilla hasta Colmenarejo.

Después de unas semanas en las que el temporal nos había dejado en casa por la acumulación de nieve histórica que tuvimos, ya había ganas. Desgraciadamente más ganas que forma, condiciones y, como luego vimos, estado del material.

La primera salida que organizamos, la del día 6 de febrero, se saldó con un intento fallido de dar la vuelta a Madrid. La idea era salir de Boadilla hasta la Casa de Campo, y de ahí, enlazar con el Anillo Verde y darle la vuelta a la ciudad. Si bien sospechábamos que la cosa no iba a ser sencilla por el estado del terreno: totalmente inundado por el deshielo de la nevada y la caída masiva de ramas de árboles, nunca sospechamos que, al llegar a la entrada de la Casa de Campo, ésta estuviera cerrada y, tengo que decir, con razón, ante el espectáculo tristísimo de pinos y más pinos con ramas tronchadas y esparcidas por todos lados.

A grandes males, grandes remedios, así que, decidimos bordear la Casa de Campo y, yendo hacia Aluche, enlazar con el anillo verde, pero en sentido contrario. Ya veríamos cómo volvíamos a Boadilla a la vuelta. Sería por ánimo. Así que, dicho y hecho, nos pusimos a pedalear pero, casi inmediatamente, dos pinchazos, uno con pérdida del obús de la válvula de una rueda tubelizada, nos entretuvo casi media hora. Tras reparación exprés, y Clinic de mecánica de bici por los expertos del pelotón, nos vimos ya avanzada la mañana y muy retrasada la ruta por lo que decidimos acortar. Tras recorrer Madrid Río y llegar a la Caja Mágica, nos subimos a la escultura del cabezón que hay en el parque lineal del Manzanares y nos tomamos nuestro habitual piscolabis y aprovechamos para la sacar la nueva foto de nuestro foro de Whatsapp.

El pelotón casi completo

Jamón, queso, Coca Colas, picos y un buen rato nos sirvieron para dar el sentido gastronómico a la salida y de ahí, vuelta, esta vez sin incidentes, hasta casa. Es verdad que no hicimos los casi 95 kms de la ruta que teníamos en mente, pero nos supieron a gloria los sesenta y tantos del paseo matutino.

El fin de semana siguiente, envalentonados por el éxito de la salida del sábado anterior, nos dirigimos a nuestra zona «natural», el Guadarrama. Intentamos, a veces con más intención que éxito, esquivar el barro y, aunque el tiempo nos acompañó, los charcos que se multiplicaban por todas partes, hicieron que poco de nuestro equipamiento se salvara de su paso por la lavadora. Como siempre, algún acontecimiento nos sacó de la rutina. Esta vez la salida de globos aerostáticos desde diferentes sitios de nuestra ruta (véase foto de la entrada del blog hoy) y la montería que nos encontramos en Romanillos a la vuelta, con avistamiento de jabalí incluido, dieron el toque exótico al día.

Seguiremos dándole al pedal la semana que viene.

Hemos vuelto…aunque nos lo teníamos callado

Asistencia: El pelotón de siempre más esporádicos de otros pelotones y algún lobo solitario.

Fechas: Varias a lo largo del final de verano y lo que llevamos de otoño.

Distancias: Entre los 25 kilómetros de los entrenamientos alrededor de Boadilla a los 86 kms que nos marcamos en un ida y vuelta a la Silla de Felipe II en El Escorial.

En el monasterio del Escorial

Rutas: Pongo algunos ejemplos Boadilla – Silla de Felipe II

Pues no, no nos hemos bajado de la bici, es más, a pesar del frío, la hemos retomado con más ganas e incluso, nuestro pelotón, que algunos días no estaba tan nutrido como en épocas pasadas. ha vuelto a fortalecerse con algún que otro amigote que se ha unido a nuestras escapadas gastro-ciclistas.

La temporada ha tenido un poco de todo. Una primera salida, a la que pertenece la foto de esta entrada, con un ida y vuelta desde Boadilla a la Silla de Felipe II. Como era sábado, hacía muy bueno y habían confinado la Comunidad de Madrid, la zona del Escorial parecía Gran Vía un día de rebajas. Mucha gente en los caminos y otros tantos ciclistas en los montes. La verdad es que desistimos incluso de nuestra habitual foto sentados en la Silla ese día. La segunda salida, el sábado 14 de noviembre, fue épica y divertida. Aunque no hicimos, desde el punto de vista de la ruta, nada especialmente original ya que nos conformamos con un Boadilla a Colmenarejo subiendo desde el aeródromo de Villanueva del Pardillo y, desde Colmenarejo a Torrelodones con vuelta por Villafranca del Castillo, el hecho de que las dos semanas anteriores, e incluso el mismo sábado, no habían dejado de llover, puso el terreno en un estado penoso. No nos importó: nos lo pasamos pipa y volvimos con un par de kilos extra en modo de barro pegado a nuestras bicis y ropas que, a más de uno, le valió la consiguiente riña de su contraria al volver su casa.

La última salida, la del sábado pasado, empezó de una forma muy original. Nueva ruta de Boadilla a Brunete, inesperada ya que, a base de tanto salir por la zona, ya nos creíamos conocer todos los caminos. Asustaba un poco tener que atravesar vallados (siempre somos muy respetuosos y evitamos entrar en las fincas privadas) pero sabedores de que no incumplíamos ninguna ley al seguir todas las indicaciones de vías pecuarias de la zona. Variante espectacular con un nutrido pelotón en el que llegamos a juntarnos hasta ocho efectivos con los que dimos buena cuenta del último Rioja que se nos había traído el amigo Santonja.

Pedazo de pelotón, día de fábula, excelente ambiente y mejor avituallamiento. No se puede pedir más, bueno, sí, que se repita.

Por Huelva

Fechas: 3, 5 y 7 de agosto Huelva 2020_1

Asistencia: Los Salas

Distancias: Casi 170 kms ( 81,84 kms, 36,36 kms y 49,98 kms)

Rutas: Todas saliendo desde Punta Umbría nos fuimos al Dique de Juan Carlos I, al Rompido y a la Punta del Sebo

Temperatura: Agradable, a pesar de estar en agosto aunque con mucha más humedad de la que me encuentro en mis rutas serranas por Madrid.

Ya iba siendo hora de evolucionar también en las vacaciones y hacer algo más que el típico ida y vuelta desde Punta a Huelva por el carril bici, no porque no sea bonito, que pocas cosas lo son tanto, con esas vistas de las marismas y los pinares que han sobrevivido, sorprendentemente, a la vorágine inmobiliaria de las costas de este país.

Bien acompañado por mi hermano, al que también le ha picado el gusanillo del pedal, nos lanzamos a hacer kilómetros a esas horas en las que los vacacionantes aún no han asomado aprovechando el silencio de los malditos despertadores de la terrible rutina del día a día.

El primer día, por aquello de que no teníamos muy claro donde ir, al llegar al inicio del puente del sifón, el más antiguo de los que cruza el río Odiel, nos desviamos hacia el dique de Juan Carlos I. El paseo, que corre por la isla de Saltes, entre salinas, pinares y parajes naturales,  no tiene cuesta alguna aunque el viento, que da sin piedad desde el momento que entramos en lo que es el propio dique, unido a lo poco uniforme del suelo, que es inmisericorde con el culo del ciclista y la distancia, que se nos fue de las manos hasta pasar de los 80 kilómetros para una primera toma de contacto hicieron las veces de dificultad de la ruta. Todo superado con éxito aunque con un poco más de cansancio del esperado al volver.

El segundo, ruta más corta, con ida y vuelta hasta el Rompido. Carril bici desde Punta al Portil para, bordeando el campo de golf de esta segunda localidad, nos adentramos en pinares con buenas pistas que alternan con algún que otro banco de arena. Ameno, bonito, muy bonito y buen final con la consabida tostada y café como avituallamiento antes de volver a casa.

Para terminar con el trío de rutas, paseo por el paseo marítimo de Huelva disfrutando de las vistas del Odiel hasta la estatua de Colón, en la Punta del Sebo, donde tomamos la foto de esta entrada. 50 kilómetros de llaneo para hacer piernas y sin mucho calor gracias a cuatro nubes que nos acompañaron todo el camino.

Un poco de ejercicio para contrarrestar los excesos del pescaíto frito y la cerveza que tan bien se dan por estos lares.

Toca volver ya a casa pero con buen sabor de boca.

La senda del ingeniero

SendaIngeniero2

Embalse de la Cañada Mojada

Fecha: 4 de julio de 2020

Asistencia: 6. Pleno

Distancia: 49,64 kms

Ruta: Alto del León – Senda del ingeniero – Alto del León

Tiempo: Calorina de julio pero, al ser un recorrido de montaña entre bosques, con una diferencia muy importante de graditos de menos con respecto a la solana de la Meseta

Años llevábamos diciendo que teníamos, algún día, que cerrar una de nuestras rutas con una comilona con la que poner la guinda al pastel de una ruta bonita y, aunque hemos tardado, lo hemos conseguido. Un doble éxito ya que la ruta ha sido preciosa y la comida, con la que nos homenajeamos al finalizar en el Asador del Alto del León, estuvo a la altura de las grandes ocasiones.

Vayamos al lado ciclista: con madrugón incluido, ya que no queríamos salir muy tarde, nos plantamos con todo el equipo en el Puerto de Guadarrama a las 8:15h de la mañana. Hacía hasta un poco de fresco pero, siendo julio, sabíamos que pronto sería una sensación pasajera y, en el fondo, lo agradecíamos. Desde el mismo puerto empezamos a subir por una pista asfaltada que deja unas instalaciones militares a la derecha y va picando hacia arriba. Cuesta tendida con no mucha pendiente que ya nos va regalando unas vistas espectaculares de toda la Meseta con Madrid al fondo, los pantanos de La Jarosa y Valmayor y el Valle de los Caídos. Alguna gente, la mayor parte andando, y algún ciclista es la única compañía que nos encontramos. Pinos y helechos, aún verdes en contraste con el marrón del campo que ya se impone, nos acompañan junto con algunas nubes de insectos, algunos de cuyos miembros acaban como aporte proteínico de los que, despistados, las atraviesan con la boca abierta.

Una vez coronado el collado del Hornillo, unos kilómetros de bajada, donde la pista asfaltada que traíamos deja su lugar, primero a una pista de tierra y, posteriormente, a sendas y trialeras interesantes. Y así, bajando, llegamos al Camping la Nava, que SendaIngeniero1rodeamos para empezar a subir de nuevo. Foto en el embalse de la Nava Mojada con todo el equipo y a volver a subir, ahora hasta el Collado de la Gargantilla. Estos kilómetros los hacemos con un espontáneo que se nos une: un señor de sus sesenta y muchos años que tira como una moto en las subidas. Ojalá lleguemos a esa edad con sus ganas y fuerzas.

Caminos entre bosques sin abandonar los caminos y parada de avituallamiento donde, junto a nuestras ya tradicionales coca-colas, quesos y picos se une el Reserva con el que nos obsequia Santonja últimamente en cada salida.

Vuelta a la bici, deshaciendo unos 100 metros de lo recorrido y desvío, difícil de encontrar, por sendas de a uno. A partir de ahí, y durante muchos kilómetros, senda técnica con sube y bajas en mitad del bosque que, cuando nos permite mirar otro sitio que no sea el propio camino, deja entrever, abajo en el valle, primero San Rafael y luego El Espinar. Nos cuesta dos caídas la senda, ambas sin importancia, pero las tomamos como un aviso de que hay que ir con cuidado. Todo verde, fresco y con arroyos que van atravesando la senda. Espectacular y casi increíble por la sensación de frescor a pesar de que ya es una hora calurosa de media mañana.

Sin casi tiempo para reponernos de la senda, que entiendo da nombre a la ruta, toca subir. Esta vez son 350 metros en menos de 5 kilómetros, ahora sí, bajo el inclemente sol y con el cansancio en las piernas de todo lo recorrido que hacen duro el tema. Aguantamos, algunos mejor que otros, y, finalmente, acabamos en formación de pelotón completo en el alto donde, aún sin haber reservado mesa, nos dan un sitio estupendo en el asador y damos cuenta de nuestros chuletones, mollejas, croquetas y corderos, todo acompañado de un Pago de Carrovejas que no se lo salta un galgo. Final estupendo para una jornada magnífica.

 

La vuelta tras el confinamiento

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Catando un Pago de Carrovejas

Fecha: 13 de junio de 2020

Asistencia: Seis, casi pleno

Distancia: 44,46 kms.

Ruta: Boadilla – Aeródromo – Mina «Antigua Pilar»

Meteorología: Fresquito para mediados de junio, pero ideal para el paseo que nos pegamos.

¿Quién nos iba a decir a nosotros que nos íbamos a llevar tanto tiempo encerrados en casa sin poder dar una pedalada? El confinamiento al que nos han sometido, y ojo, que no es una queja por lo que ha supuesto para tantos a los que ha cambiado la vida en muchos y más importantes aspectos, nos había alejado de esta afición que tantos buenos ratos nos ha dado y que, espero, nos siga dando.

El pelotón ha estado activo a pesar del encierro, con Jorge en el papel de Eva Nasarre, y los demás, en el de disciplinados alumnos, hemos conseguido tener, casi todos los días, nuestra sesión de crossfit, que no gimnasia, por vídeo conferencia. Cuarenta y cinco minutos de sudor y risas con los que, antes de la hora de los aplausos, nos hemos intentado mantener en forma. No ha estado mal y, lo mejor, es que parece que algo de efecto ha surtido, en tanto en cuanto, que, a pesar de la evidente pérdida de forma, ésta no ha sido tan escandalosa como se hubiera podido esperar.

Por fin, este sábado, aparte de algún aperitivo de salidas que hemos hecho por los alrededores de Boadilla, en las franjas que la fase no sé cuál, nos dejaban, ha sido el bautizo de fuego. ¡Y qué bautizo!. No sólo por la ruta, que es una modificación de nuestras clásicas, con salida en Boadilla, bajada al Guadarrama por Romanillos, Villanueva del Pardillo, subida a Colmenarejo y vuelta por la mina abandonada de cobre «Antigua Pilar», sino por los dos sorpresones que nos reservaba Santonja, la primera, la pedazo Specialized Levo eléctrica con la que nos dejó boquiabiertos a todos. Una señora E-bike que bien calladita que se tenía, y con la que me ha dejado solo en la cola del pelotón y la segunda, el «Pago de Carrovejas» que se sacó de la mochila, con sus seis vasos de cristal incluidos, con el que acompañamos nuestro ya tradicional reconstituyente a base de queso y picos.

El paseo, sensacional por el tiempo y las sensaciones, ha sido el reencuentro con nuestros caminos y nuestra más querida afición. Ya estamos dándole vueltas a una temporada nueva que, con las ganas que tenemos en la mochila, apunta espectacular.

Seguimos en ruta.

 

Sevillanovense MTB 2020

Sevillanovense2020_1

Las monturas

Fecha: 8 de marzo de 2020

Asistencia: Tres. Ramírez, Llamosas y un servidor.

Distancia: 66,12 kms.

Ruta: Sevillanovense

Meteorología: Frío, mucho frío al principio, calor a media carrera, cuando estábamos escalando las pendientes más pronunciadas y, de nuevo, mucho frío cuando llegábamos por culpa de las nubes, así que, como en botica, un poco de todo.

Creo que nunca nos habíamos apuntado a una carrera como tal. Lo más parecido que recuerdo, son las salidas nocturnas de Arroyomolinos, pero eran marchas populares que, con escasamente de 40 kilómetros, pocas similitudes tenían con éstas más allá de las aglomeraciones en la salida y el ambiente festivo de las salidas y llegadas, así que hemos ido de novatos y, al menos en mi caso, de pardillo, de muy pardillo.

Sin miedo, que para eso ya están las facturas de primeros de mes, nos apuntamos a la ruta larga, que era para PROs, más por la ruta en sí misma que porque nos sintiéramos en forma o con fuerzas suficientes para medirnos con los que de verdad lo están.

Tras un madrugón dominical, que para esto de la bici, parece que no duele tanto como el de ir a la oficina, nos plantamos en Sevilla La Nueva una hora antes de la salida. Había ya mucho ambiente con gente recogiendo los dorsales, que nosotros ya  habíamos recogido el día antes en el lugar fijado por la organización, y tras un café en una de las cafeterías de la plaza del pueblo, nos metimos en la parrilla de salida. Un gran ambiente y, como era de esperar, gente que se lo tomaba en serio: debía ser el único con las piernas sin depilar.

La carrera, que eso era, empieza a las 10h con una salida multitudinaria a toda velocidad. En ese momento, y durante los 15 primeros kilómetros, la cosa va bien: cuesta abajo y plato grande (yo monto tres en mi bici) . Medias de veintitantos y desarrollo potente. Empiezo a ver que, a pesar de ir más rápido que nunca, al igual que me pasaba en la Madrid-Segovia, todos me adelantan y a pocos adelanto. Fortaleza mental y resignación, que no hay otra en estos casos.  Llego sin problemas al primer punto de corte con holgura sobre el tope establecido por la organización

En el kilómetro 24 empieza la fiesta. Después de ir a toda velocidad, empiezan las cuestas. Subidita de más de 150 metros en menos de kilómetro y medio que subimos sin poner pie a tierra, y eso que algunos repechos se las traían. Paisaje espectacular y, todavía, se rueda con fuerzas. Bajada hasta el kilómetro 33 entre encinas y, de nuevo, subida desde la playa del Alberche, donde se encuentra el segundo punto de control y el primer avituallamiento en el que ya van quedando pocas cosas. A menos de un kilómetro y tras atravesar la carretera por un túnel, toca subir de nuevo: cartel de 20% de desnivel y de ánimo que no evitan que me baje de la bici y empuje parte de la pendiente.

Ya vamos quedando pocos en la cola del pelotón, mi sitio de la carrera, pero, a pesar de todo, ruedo con un chico hasta Villamanta y el segundo punto de avituallamiento, ya en el kilómetro 51. Tomo agua, una naranja y vuelvo a la ruta.

Al poco, helado porque se ha encapotado el día, me paro con tirones en las piernas. Las masajeo, tomo una barrita, me pongo la cazadora y vuelvo a pedalear por un terreno yermo donde se van sucediendo los subidas y bajadas por una pista de tierra ancha y sin mucha complicación de haber estado fresco. Acabados los tiempos del plato grande hace ya tiempo, voy alternando desarrollos con el plato mediano en las bajadas y a molinillo las subidas, sean de la pendiente que sean, porque las fuerzas ya no dan para más. Nadie a la vista y empiezo a pensar que me tocará conformarme con ser el último de los que no han abandonado porque eso sí, llegar, llegaré.

Desde el kilómetro 59 me toca sufrir: calambres, cansancio y cabreo por las vueltas que nos hace dar la organización cuando ya se ve el pueblo de Sevilla La Nueva a escasos centenares de metros para acabar llegando, eso sí, con media hora de adelanto con respecto a la hora de corte y, aunque suene un poco malvado, contento de ver que algunos conocidos llegan detrás de mí. No he sido el último…

A la llegada estoy tan reventado que no me entra nada de comida, mis piernas son todo un dolor que no se aplaca ni con descanso ni con calentamiento. Mis compañeros están igual, bueno, Jorge, que Ramírez anda a otro nivel y se le ve tan pichi.

La ruta no era dura, era bastante rodadora y asequible, pero no supimos, o al menos yo, dosificar las fuerzas. Nunca me he preocupado de las medias en mis salidas y, en una carrera, es casi lo más importante. Dos lecciones que toca aprender.

En cualquier  caso una cura de humildad en toda regla que me hace ver que me siguen sobrando kilos y faltando fuerzas. Va a haber que esforzarse más para estar a la altura en próximas ocasiones, que seguro que habrá.

 

 

¡¡Vaya día de febrero!!

Salida 220220

Tomando el merecido aperitivo

Fecha: 22 de febrero de 2020

Asistencia: Cuatro de los de siempre

Distancia: 59,37 kms.

Ruta: Boadilla del Monte – Perales de la Milla

Meteorología: Espectacular. Un día de primavera de lujo en mitad del invierno.

No nos desanimamos ni en las peores condiciones meteorológicas, como para perdernos un día como el que tuvimos el lujo de vivir sobre nuestras bicis el pasado 22 de febrero. Sol, ni una sola nube, y una temperatura que no bajó de los 14º durante casi todo el tiempo.

Se había propuesto, el día anterior, una salida donde primaran los kilómetros a la pendiente por lo que ir al Pardo parecía la opción idónea: pocas cuestas y, entre pitos y flautas, unos 70 kilómetros de ida y vuelta pero, como somos así de complicados, mientras cambiábamos las pastillas de freno de alguno que llevaba años sin hacerlo, nos decantamos por una salida allende Brunete con la idea de disfrutar del campo que, ya se nos antojaba en ese momento, iba a estar de escándalo.

A eso de las 9:30h salimos y nos dirigimos a Brunete. Por no perder mucho tiempo, recorrimos gran parte de ese primer tramo por carretera, pero, al llegar a la entrada de la urbanización de las Raya del Palancar, nos metimos por caminos que ya no abandonamos. Cruzamos Brunete y nos dirigimos hacia Colmenar de Arroyo dejando las instalaciones de Ilunion y algunas cuadras de los alrededores del pueblo. Sólo dejamos el camino al llegar al camino alto de Quijorna, donde nos desviamos para bordear la dehesa de Perales de la Milla. Pendientes suaves y paisajes estupendos para acabar tomando el aperitivo (nuestro consabido queso, picos y coca colas) al comienzo de la cuesta del Salobral que, esta vez, nos abstuvimos de subir. Charleta, algún espárrago arrancado y vuelta a Boadilla donde, como variante para evitar la carretera, decidimos volver por camino paralelo a la carretera desde la Raya del Palancar hasta los nuevos desarrollos de Boadilla.

Otro día estupendo de bici que disfrutamos como siempre. Pensando en apuntarnos a la sevillonense para dentro de dos semanas. Ya veremos.