Archivo por meses: enero 2017

Las mismas rutas, nuevos caminos

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Monte de Boadilla 2017

Asistencia: de nuevo, uno solo.

Ruta: Boadilla – Mte. Príncipe- Villafranca del Castillo.

Distancia: 40, 7 kilómetros.

Meteorología: Despidiendo la ola de frío. No tuve temperaturas brutales bajo cero, como se podría esperar en una salida en mitad de la ola de frío más dura que ha castigado el país estos días, pero tampoco pasé de los 6-7º. Eso sí, sol de envidia todo el camino.

Un día más hemos sido víctimas de la desorganización. A pesar de tener toda una semana en la que organizar la salida del sábado, no hay forma. Como buenos españolitos, dejamos siempre lo de organizar para el final y así nos pasó.

Imagino que, como todos, el viernes, viendo el panorama meteorológico, no es que me muriera de ganas por salir el día siguiente a pasar calamidades con la que estaba cayendo, así que, entre que nadie se pronunció en el chat, que tampoco tenía yo muy claro que fuera a salir y que no quería liar a nadie para rajarme en el último momento, dejé cargando mi móvil en el salón y ni me preocupé de echarle un ojo antes de irme a la cama.

Tuvo que ser por eso que dice el refrán de que la cabra siempre tiende al monte, que me levanté temprano y, antes de darme cuenta, ya me había enfundado mi maillot, mi culotte, las zapatillas con las calas y estaba tomando mi café en la cocina listo para lo que viniera. Cuál fue mi sorpresa al revisar el móvil y descubrir que sí había habido mensaje proponiendo salida, pero a las 11 de la noche, y no lo había visto.

Por aquello de seguir con la improvisación, propuse salida espontánea e inmediata pero, como la audiencia dormía, no hubo respuesta y me resigné a dar mi paseo en solitario. Al despertarse el pelotón, no pocos se lamentaron de no haberse venido, o al menos eso decían en el chat, pero ya poco se podía hacer.

Tenía ganas, no lo voy a negar, así que me puse mi disfraz de intrépido y me lancé hacia Monte Príncipe con el reto de buscar nuevos caminos aunque sin alejarme mucho por aquello de la prudencia. La cosa no me salió mal. Aunque los pueblos y los paisajes son los de siempre, innové: crucé la dehesa de Majadahonda que siempre habíamos rodeado pero nunca atravesado, fui desde ahí a Villafranca del Castillo por un camino que nunca había pisado antes pasando por encima de arroyos aprovechando tuberías de agua tubos y, para terminar, subí Romanillos, campo a través, con unos improvisados compañeros que encontré por el camino y que anduvieron perdidos conmigo un buen rato hasta conseguir coronar la finca y adentrarnos en la urbanización de Monte Boadilla.

Innové tanto que, incluso, me dí un señor tortazo. Lo de siempre, caída tonta estando parado de las que, la mayoría de las veces, el más dañado suele ser el orgullo. Esta vez, no sólo el orgullo sino también mi costado izquierdo sufrieron los daños. Aunque, en el momento del golpe, poco sentí, sí que, a lo largo de la tarde del sábado, ante el incremento del dolor y los insistentes consejos de la jefa de que me viera un médico, me decidí a visitar las urgencias del hospital ya bien entrada la noche. Un par de radiografías, ningún hueso roto y un tratamiento a base de paracetamol fueron las consecuencias de la visita.

Próxima semana, más.

 

No se me ha olvidado

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Camino al lado del Guadarrama

Fecha: 07 de enero de 2017

Asistencia: Uno solo.

Ruta: Un ocho perfecto desde Boadilla, hasta Brunete y Vva de la Cañada y vuelta por El Bosque (Villaviciosa de Odón).

Distancia: 41,7 kms

Media: Ni lo sé ni me importa.

Meteorología: Un solazo de los de dar envidia a todos los nórdicos.

¿Quién dijo miedo?. Después de un mes de diciembre de casi total inactividad, sólo rota por una fría salida a la Casa de Campo, este fin de semana no podía dejarlo pasar. Tocaba sí o sí, y mira que ya lo pasamos mal el último día del 2016 por culpa del dichoso termómetro que no subió del grado y medio a lo largo de todo el recorrido.

Cierto es que los avanzados del pelotón se habían organizado para salida épica el día anterior, pero mi estado atlético, lamentable, y mi subconsciente, que ya me veía sufriendo en esas paredes verticales llenas de barro y piedras que tanto gustan, me hicieron desistir de la salida en grupo y, como moderno Don Quijote, me lancé en solitario sobre mi 27,5» a recorrer los campos del oeste madrileño. La verdad es que improvisé. No tenía muy claro donde ir pero tampoco me importaba mucho. Me encaminé a Romanillos donde, ya han vuelto las ovejas y los malcarados mastines que las acompañan, así que, al poco de pasar la verja de entrada a la finca, decidí no pasar por el camino que rodea los corrales de ovejas, desviándome por un camino que, al poco, desapareció bajo las ruedas de mi bici para dejarme en el más puro MTB por mitad del campo. Nada de lo que preocuparse: siempre bajando se llega al Guadarrama, como así ocurrió.

Desde ahí, siguiendo la vereda del río hasta alcanzar la carretera de Brunete, que usé para pasar la entrada de la Raya del Palancar, me dirigí a Brunete por caminos entre sembrados. Bordeando la carretera, enlanzado luego con el carril bici y empleando algún camino que otro llegué a Villanueva del Pardillo. Eché de menos esos desayunos de antaño con el pelotón pero, como había salido tarde, no me entretuve y, paralelo a la verja del campo de golf, me volví hacia el Guadarrama de nuevo. Caminos preciosos y una luz espectacular a la que la foto de este blog no hace justicia me acompañaron gran parte del camino.

Ya de vuelta, y con dirección al Bosque, me pico con un par de chavales y, aunque hago un buen papel (o eso creo) les dejo pasar al llegar a la urbanización. Tradicional subida por la calle Guadalquivir con sus últimos 50 metros de infarto y vuelta a casa por el cerro de los Mosquitos.

Unos 42 kilómetros de disfrute tranquilo con un tiempo de envidia. Próxima salida, espero que con más asistencia ….se echa de menos la charleta y los sube y bajas en pelotón.